1.- Intentaremos cambiar los zapatos de invierno a verano de forma progresiva, utilizando por ejemplo, calcetines de media, hasta que el zapato se "haga" al pie (aunque sea del año anterior nos puede hacer daño).
2.- La higiene del pie es fundamental. Los lavaremos todos los días, secándolos bien, sobre todo entre los dedos y utilizaremos productos antisudor si es necesario. Las durezas las podemos quitar con una piedra pómez. Se nos quedará el pie suavito, más bonito y la crema se absorberá mejor.
3.- Nos hidrataremos los pies. Imagina la cadena de una bici sin esa grasilla que tiene (aunque sea un pringue que te mancha los pantalones), según fueras pedaleando se calentaría por el rozamiento y si siguieras así unos cuantos kilómetros te podrías cargar la bici. Pues con los pies igual, cuanto más hidratados estén, menos probabilidad de que nos salgan rozaduras o ampollas. Existe incluso un stick antifricción para aplicar en zonas críticas, esas en las que siempre nos sale la rozadura.
4.- Si ya nos ha salido la rozadura debemos desinfectarla con povidona yodada o clorhexidina y poner un apósito estéril para evitar de nuevo el roce, siempre de tela, para que transpire. Y si podemos nos cambiamos de zapato.
5.- Si lo que nos sale es una ampolla no es recomendable estallarla, ni pincharla ni nada de eso. Tras desinfectarla con povidona yodada o clorhexidina nos podemos poner un apósito hidrocoloide, que nos va a proporcionar las condiciones de hidratación óptimas para que se reabsorba el líquido contenido en la ampolla. Eso si, no nos las pondremos si la ampolla o rozadura está infectada o con sangre o si tiene mucho líquido.